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sábado, 20 de agosto de 2011

Enredos

-Hoy quiero solo hablar, no pensar, no filosofar, solo hablar; quiero sentir la brisa debajo de algún árbol, imaginarme el vaivén de un vagón lleno de historias, mirar por la ventana y saludar al día y cada segundo; hoy quiero quedarme callado y hablar.-


Imagine, lector, una esfera.
¿Sabe usted lo que es? Bien, si es así, imagínela de cristal.
¿Podemos continuar?

Las cosas me parecen ahora extrañas.
Todo al parecer dio un vuelco un tanto... digamos impredecible, por comodidad, pues a esta hora no quiero molestar a esa inocente persona a la que llaman Román Saucedo haciéndolo verificar palabras en un diccionario.

En fin, prosigamos.
Todo un desfile de ideas pasa delante de aquella esferita de cristal que pedí que imaginara -lo siento si imaginó una esfera muy grande-, digamos que toda mi vida se resume en eso, en girar una esfera y que sea lo que la vida quiera.
De un tiempo para acá, no.

No sé cómo sentirme, después de todo, las causas dependen de sus efectos -¿era así, no?-.
Algo tan grande como la vida se me dio en bandeja de plata, se me reveló, se desnudó frente a mi; y por ahora en lo único que puedo pensar es el las razones.
No soy pleno, pero no sé por qué.
No soy feliz, pero no estoy triste y viceversa.

Mi mundo, esa pequeña esfera, está ahí, dando vueltas; ¿y qué?
Miro al espejo y no me reconozco.
Cada día llevo el cabello más largo, la barba más desigual; cada día me enfrento a una mirada vacía detrás de esos anteojos que me atan y me enamoran de una idea que tal vez algún día fui yo.
No tengo significado, nada lo tiene.
Nada es para siempre, y sin embargo nada muere; no es que le tema a los cambios, a veces siento que ellos me temen a mi, que me dan su mejor estocada para que no los dañe, ni los queme con la mirada, ni los señale con el dedo, ni los critique; simplemente no siento estar preparado para más cambios.

Lector, si ve esto es porque me conoce, casi puedo afirmarlo; me ha visto caminar, se ha topado conmigo en el metro, ha ido al cine y disfrutado de frivolidad gringa a mi lado mientras se atraganta de palomitas; pero, ¿sabe quién soy?
¿Comprende la magnitud de mis palabras? Yo no.

Las cosas se me han arrancado poco a poco, pero no han dolido en demasía, "nomás lo que's", como dirían en los ranchos; hasta un día en que todo perdió el color.
He hablado muchas veces de ello, y aún así siento el deseo de seguir haciéndolo. Hay quien dice que recordar es regresar veinte pasos el camino andado; yo le digo a ese alguien, ¿y qué camino estás siguiendo? ¿es siempre conveniente seguir por ahí? ¿y si necesitas regresar, porque te has dejado algo importante?

En fin, lector, quisiera que me escuchase, no que me leyese; quisiera que estuviera ahí, viéndome a los ojos, mostrándome su verdadero rostro. Quiero ser sincero y que usted lo sea conmigo.
Por lo demás, siéntase con la libertad de estrellar la esferita contra el suelo, espero algún día volver a formar otra

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