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jueves, 4 de agosto de 2011

Amor de concreto

-Próxima estación: Hospital-

Parpadeo apenas.
Un tumulto de paredes gricáseas a medio pintarrajear se aparecen allí debajo, mientras el suave contoneo de los poéticos vagones aferra mi cuerpo a los tubos que hacen de baranda y pasamanos.
Al bajar, junto a la multitud de personas enfundadas en batas blancas y trajes azules, tomo las escaleras más cercanas para después salir por el acceso más lejano, ese al que la gente no hace caso por comodidad, ese que siempre está vacío.

No pasa mucho en el trayecto, lo cual se agradece a la vida por todas las convulsiones que sufre mi ciudad, la Capital.
Nada más interesante una prueba de inglés básico y de regreso a mi casa; como siempre, soy el primero en finalizarla. Se acerca ella.
No, no es la 'ella' de la que siempre hablo, no es la Dulcinea de este mal parado Quijote; Ana, mi mejor amiga, mi compañera y confidente, viene hacia mí con la misma cara de fastidio que seguramente yo expreso.
Calmo las ansias con un poco de música y pienso '¿por este examen me sacaron de mi cama?' a la par que caminamos de regreso a la misma estación.

Al parecer las cosas son diferentes si lo ves desde los ojos del mejor amigo; mi indiferencia se hace presente, mi nostalgia regresa y me deja mudo como tantas otras veces. No, no soy el mismo. No, no he cambiado.

Se sienta en el piso mientras yo me deleito con el paisaje montañoso de allá lejos.
Una bandera, la amada tricolor, me saluda a mí más que a nadie; en mis oídos una canción queda, bajo mis pies, el convulsionante Monterrey, con sus voces y colores, con sus sutiles aromas y sus juegos de palabras; cerca de mis piernas está ella, allá lejos se vé venir un azuloso punto que termina su metamorfosis frente a mi y abre sus puertas en mi rostro, siendo primero una brisa la que me despereza y un intento de multitud, después, quien me mueve a quitarme de su paso. Entro. Entramos.

Sonrío mientras leo los espectaculares y saludo a la bandera con la mente.
Allá lejos queda lo que antaño fue la última frontera, la última fortaleza en nunca caer contra el enemigo del norte. Allá lejos va mi corazón y pensamiento, por entre las montañas, los árboles y los cielos lejanos.
Hablamos, aunque no presto atención.
Habla, y sigo sin hacer más que asentir o negar con la cabeza; de un rato para acá todas las palabras me suenan a lo mismo y comienzo a aburrirme, comienzo a extrañar otras voces.

Lo mismo el polvo que la lluvia, todo me remite a los días de antes, a los ayeres.
El calor lo empeora, la gente lo disimula, la vieja Sultana, añeja capital del norte, se ve desvalida, desilucionada; la miro corrupta, lóbrega, resentida, mis ojos reflejan su dolor, su abandono; mi alma grita dentro de mi ser, mientras continuamos caminando casi de la mano, forzadamente.
Las tardes en los parques parecen lejanas ahora.

Un té helado más allá de los minutos que pasamos esperando y llega el segundo tren.
Majestuoso, de voz áspera cual grabación matutina en los autoestéreos regiomontanos, limpio y espacioso; estos canadienses sí saben cómo construir vagones de metro...

Al final sólo puedo atinar a decir el ya clásico 'nos vemos', mientras me alejo sin volver a mirarla, justo como dejé a aquella que aún roba algunos de mis suspiros.
Subo a otro vehículo, un autobús azul.
De nuevo pasa la ciudad frente a mí; por estos lares la llaman San Nicolás, fiel vasallo de la oxidada pero pujante Capital, siempre a su sombra.

Es lo mismo en todos lados: paredes deslavadas a fuerza de días, a muerte de horas; casas abandonadas en el apretado centro, gente que pasa y no se detiene siquiera a mirar; árboles que saludan, haciéndome recordar quiénes son los verdaderos señores de la ciudad.

Bajo cerca de mi casa, lo más posible, y tomo el camino más largo esta vez; siempre llego de una manera distinta, pienso en lo conveniente que sería un helicóptero para llegar por arriba...
En un momento de reflexión sonrío.
"Hay tantas cosas en la ciudad que me desesperan, pero aún así la amo", pienso; mientras tanto una mota de polvo burla la muralla de cristal y da de lleno en mi retina.

1 comentario:

  1. muy bueno :D, tiene tu esencia esa que ningun escritor iguala, y la que es propia, de nueva cuenta, muy bueno...comparte ese amor a la ciudad y burla conmigo una muralla de cristal (sabes a que me refiero)

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