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martes, 2 de agosto de 2011

Pensamiento vacío

Lluvia de recuerdos innumerables.
Se funde de pronto la nada; miras por la ventana la vida pasar, el recuerdo, el sentimiento, se rompen al unísino, cual cristal infinitamente perfecto.

Palabras largas, cortas; sonidos que silban, que rugen, que desgarran; distancias que unen, líneas que separan; una noche cae sobre la otra, y las dos sobre los días, y los días sobre las voces, y las voces sobre tí, sobre tu recuerdo, sobre tu mirada; y tu mirada se recarga en mi pesar, y mi pesar llora, llora lágrimas de aceite, gotas de carbón, tiempos de diamante.

La razón se bate a duelos con el desenfreno, uno y otro ganan de vez en vez; miro el reloj que no avanza, el tiempo que demora, la fiel caricia de la nada sin vacío entre nosotros. Un mapa, tan solo un mapa más, una distancia menos; aquel valor infinito que eran tus manos, aquellos días de letras, de cantos, vuelven; vuelven también tus ojos, las caricias de cada uno de tus dedos, los reflejos de tu figura contra la pared que saludaba orgullosa las latitudes de tus caderas; los finos labios, esos labios que nunca probé, esos labios que siempre callaban en el momento más inoportuno, los mismos que a veces temblaban de miedo y sonreían después; los mismos que mordías incesantemente.

Jugar al desvalido no es lo mio, nunca lo ha sido; pero sí lo ha sido el morir de amor, el sentir, el enamorarme de cada curva y recoveco de tu ser; mi afición era perderme en las nostalgias de antaño, aquellos extraños lamentos me llenaban de vida; me perdía como tantas veces en tu voz, en la grand ciudad que dibujabas con tus labios, con tus ojos, con tus manos; en el Monterrey que pintabas en mi corazón, en aquellas estaciones y lugares subterráneos, en las idas y las vueltas, y en los libros, en los tristes y lejanos libros.

Las campanas doblan con ruido infernal, taladran la mente, el corazón; la lluvia quema, los cuentos aturden; las viejas miradas no son lo que antes; las brisas no me traen tu recuerdo; has muerto lejana en el horizonte, dormida en las calles de un lugar que desconozco y que desprecio y amo con igual fervor; al que detesto por sobre todo la causa que te arrebatara de mi lado, y el que me fascina por que ahí puedo encontrate no solo en pensamiento.

Esto, en suma, terminó como otra oda a los recuerdos.
Tiempo, vida, lluvia, universo y un mapa del centro de México... vaya locuras que se me ocurren de vez en cuando...

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