Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
que yace plácidamente en su cama, debajo de una suave tela que lo protege y lo
arrulla; afuera está fresco, no mucho como para incomodarse, pero lo suficiente
para tiritar, es de mañana y usted siente el sutil abrazo de los almohadones y
el olor de las sábanas recién lavadas.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
que en sueños se levanta, imagine que toma la ropa que más le gusta y entra a
la regadera; imagine que un golpe tibio, ligero, recorre su cuerpo, muriendo
las gotas de agua en su piel y resbalando por el piso hacia el pequeño desagüe.
Imagine,
lector, que tararea mientras sueña.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
la gélida brisa que eriza su piel al contacto; imagine que viste rápidamente,
intentando cubrir su desnudez.
Luego
del obligado ritual matutino, imagine, lector, que sale de casa; ha desayunado,
se ha lavado bien y ha tomado su mochila, en la que carga toda su vida, todos
sus anhelos, sus recuerdos, sus deseos.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
que toma el colectivo. De costumbre, va lleno.
Nuevo
colectivo, esta vez metro. De costumbre, va a reventar.
Estación,
estación, estación, mientras disfruta del paisaje, estación, estación, estación;
transborda, línea dos, estación, estación, estación. Baja.
Imagine,
lector, que camina.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
el barullo de la gente caminando por la calle. Uno que otro empujón, imagínelo
también.
Imagine
que, como persona civilizada, voltea a ambos lados antes de cruzar, no
significando, claro, que quede a salvo su vida; imagine aquel maldito taxi que
siempre va en sentido contrario justo cuando usted pasa. Cálmese.
Imagine
que el día es inusualmente entretenido.
Nada
de tópicos extraños, ni siquiera existe algo de lo que hablar.
Imagine,
que es feliz mientras no dice nada, y la brisa da de lleno en su cara, imagine
un suspiro ahogado, una sonrisa ininteligible, poco clara.
Imagine
que sigue caminando por el pasillo, mientras las cosas parecen perder motivo,
razón, existencia.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
que de pronto ve al amor de su vida.
Viste
de blanco, imagine, su cabello suelto, río de oscuridad, fluye por su espalda,
imagine. La mira por un pequeño instante, suficiente para que ella clave sus
ojos en los de usted.
Imagine,
lector, que la ama.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
una neblina a su alrededor. Al de ambos.
Imagine
los pasillos desdibujándose, al viento de la mañana conteniéndose; imagine,
lector, un murmullo cada vez más quedo, más lejano.
Imagine,
lector, que sonríe; imagine, también, el júbilo al ver devuelta la sonrisa.
La
multitud que rompe con la estética se aleja, usted lo hace también; ella viene
detrás.
Otro
colectivo, uno sin nombre, sin ruta, sin motivo aparente.
Imagine,
lector, que confía.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
sus ojos, oscuros, vivos, seductores, inocentes; imagine su rostro reflejado en
sus pupilas.
Imagine,
lector, sus manos; suaves, pequeñas, limpias, blanquizcas, más por la neblina;
imagine, lector, que tiemblan.
Sus
pasos son azarosos, su andar lento; usted, imagine, le ayuda a poner un pie en
la pequeña escalinata que conduce al interior del desértico colectivo.
Imagine
sus pies ligeros, su andar cuidadoso; imagine un suave, un ligero, un apenas
perceptible, olor a flores. Igual de sutil, está su sonrisa en sus labios
pequeños.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
que sus dedos se rozan en un intento por mantenerse de pie, mientras buscan el
asiento apropiado. Como por acuerdo silente, no sugerido, han resuelto sentarse
juntos.
Imagine,
lector, que su corazón da tumbos dentro de su pecho, queriendo salir y declamar
la más fina poesía que jamás hubiera imaginado que supiera.
Un
leve, dulce, viento surca sus pulmones, mientras intenta ocultar el inevitable
suspiro, ahogándolo con una sonrisa. Lector, está completamente perdido.
Lector, está completamente enamorado.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
que apenas puede sostener la mirada ante sus ojos, estrellas.
Imagine
lector que el blanco lo atrapa, lo retiene, pensativo, mientras la ciudad corre
afuera, tan indiferente como todos los días.
Imagine,
lector, que la abraza. Imagine, lector, que se deja abrazar.
Acomoda
apenas su rostro sobre el cuello de usted, cerca del hombro; imagine, lector,
que se reclina levemente sobre su cabeza, de la que fluye esa dulce seda
nocturna, que por donde pasa deja el rastro de un olor a flores inconfundible.
A
lo lejos canta el parque, con sus corredores que serpentean entre los árboles,
con la vigila eterna de los antiguos
faroles redondeados, con sus niños, correteando, cantando, viviendo;
afuera hay vida, fresca y despreocupada; adentro hay vida, cálida, nerviosa;
adentro hay latidos, pausados, acelerados, luego coordinados. Luego nada.
Imagine,
lector, que sueña.
Imagine
la suave caricia de sus palabras sin voz.
Imagine
el movimiento de los labios de ella, de sus palpitaciones en su interior;
imagine su leve sonrisa acentuada por la inexistencia de maquillaje alguno;
imagine, lector, que sueña.
Imagine,
lector, que sueña.
Sus
ojos se pierden en los de ella.
Imagine
que sonríe como correspondiendo.
Imagine,
lector, que sueña.
Muerde
sus labios queriendo morder los de ella. Imagine, lector, que se acerca sin
tiempo a su rostro; imagine que de pronto todo se apaga.
Imagine,
lector, que sueña.
Que
sólo están ustedes dos, usted y ella, y la neblina, no olvide la neblina.
Imagine,
lector, que un viento gélido lo enmudece, lo alienta.
Imagine,
lector, que sueña, que todo cuanto sabe, cuanto ha vivido, se reduce a ese
instante; imagine que se acerca cálidamente, quedamente, mientras dibuja en sus
mejillas caminos sólo para usted.
Sus
labios también huelen a flores, a flores y a perfumes.
Imagine, lector, que despierta…
wow, sin palabras :D esta demasiado hermoso escritorpintor favorito :B
ResponderEliminarHoy lo sigo pensando... Sublime...
Eliminarmuy completo, muy bonito, muy profundo :)
ResponderEliminarSencillamente impresionante...os felicito.
ResponderEliminarAbel.