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martes, 8 de noviembre de 2011

Imagine, lector...


Imagine, lector, que sueña.
Imagine que yace plácidamente en su cama, debajo de una suave tela que lo protege y lo arrulla; afuera está fresco, no mucho como para incomodarse, pero lo suficiente para tiritar, es de mañana y usted siente el sutil abrazo de los almohadones y el olor de las sábanas recién lavadas.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine que en sueños se levanta, imagine que toma la ropa que más le gusta y entra a la regadera; imagine que un golpe tibio, ligero, recorre su cuerpo, muriendo las gotas de agua en su piel y resbalando por el piso hacia el pequeño desagüe.
Imagine, lector, que tararea mientras sueña.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine la gélida brisa que eriza su piel al contacto; imagine que viste rápidamente, intentando cubrir su desnudez.
Luego del obligado ritual matutino, imagine, lector, que sale de casa; ha desayunado, se ha lavado bien y ha tomado su mochila, en la que carga toda su vida, todos sus anhelos, sus recuerdos, sus deseos.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine que toma el colectivo. De costumbre, va lleno.
Parada, parada, parada, semáforo, parada, semáforo; vuelta. Baja.
Nuevo colectivo, esta vez metro. De costumbre, va a reventar.
Estación, estación, estación, mientras disfruta del paisaje, estación, estación, estación; transborda, línea dos, estación, estación, estación. Baja.
Imagine, lector, que camina.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine el barullo de la gente caminando por la calle. Uno que otro empujón, imagínelo también.
Imagine que, como persona civilizada, voltea a ambos lados antes de cruzar, no significando, claro, que quede a salvo su vida; imagine aquel maldito taxi que siempre va en sentido contrario justo cuando usted pasa. Cálmese.
Imagine que el día es inusualmente entretenido.
Nada de tópicos extraños, ni siquiera existe algo de lo que hablar.
Imagine, que es feliz mientras no dice nada, y la brisa da de lleno en su cara, imagine un suspiro ahogado, una sonrisa ininteligible, poco clara.
Imagine que sigue caminando por el pasillo, mientras las cosas parecen perder motivo, razón, existencia.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine que de pronto ve al amor de su vida.
Viste de blanco, imagine, su cabello suelto, río de oscuridad, fluye por su espalda, imagine. La mira por un pequeño instante, suficiente para que ella clave sus ojos en los de usted.
Imagine, lector, que la ama.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine una neblina a su alrededor. Al de ambos.
Imagine los pasillos desdibujándose, al viento de la mañana conteniéndose; imagine, lector, un murmullo cada vez más quedo, más lejano.
Imagine, lector, que sonríe; imagine, también, el júbilo al ver devuelta la sonrisa.
La multitud que rompe con la estética se aleja, usted lo hace también; ella viene detrás.
Otro colectivo, uno sin nombre, sin ruta, sin motivo aparente.
Imagine, lector, que confía.
Imagine, lector, que sueña.
Imagine sus ojos, oscuros, vivos, seductores, inocentes; imagine su rostro reflejado en sus pupilas.
Imagine, lector, sus manos; suaves, pequeñas, limpias, blanquizcas, más por la neblina; imagine, lector, que tiemblan.
Sus pasos son azarosos, su andar lento; usted, imagine, le ayuda a poner un pie en la pequeña escalinata que conduce al interior del desértico colectivo.
Imagine sus pies ligeros, su andar cuidadoso; imagine un suave, un ligero, un apenas perceptible, olor a flores. Igual de sutil, está su sonrisa en sus labios pequeños.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine que sus dedos se rozan en un intento por mantenerse de pie, mientras buscan el asiento apropiado. Como por acuerdo silente, no sugerido, han resuelto sentarse juntos.
Imagine, lector, que su corazón da tumbos dentro de su pecho, queriendo salir y declamar la más fina poesía que jamás hubiera imaginado que supiera.
Un leve, dulce, viento surca sus pulmones, mientras intenta ocultar el inevitable suspiro, ahogándolo con una sonrisa. Lector, está completamente perdido. Lector, está completamente enamorado.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine que apenas puede sostener la mirada ante sus ojos, estrellas.
Imagine lector que el blanco lo atrapa, lo retiene, pensativo, mientras la ciudad corre afuera, tan indiferente como todos los días.
Imagine, lector, que la abraza. Imagine, lector, que se deja abrazar.
Acomoda apenas su rostro sobre el cuello de usted, cerca del hombro; imagine, lector, que se reclina levemente sobre su cabeza, de la que fluye esa dulce seda nocturna, que por donde pasa deja el rastro de un olor a flores inconfundible.
A lo lejos canta el parque, con sus corredores que serpentean entre los árboles, con la vigila eterna de los antiguos  faroles redondeados, con sus niños, correteando, cantando, viviendo; afuera hay vida, fresca y despreocupada; adentro hay vida, cálida, nerviosa; adentro hay latidos, pausados, acelerados, luego coordinados. Luego nada.

Imagine, lector, que sueña.
Imagine la suave caricia de sus palabras sin voz.
Imagine el movimiento de los labios de ella, de sus palpitaciones en su interior; imagine su leve sonrisa acentuada por la inexistencia de maquillaje alguno; imagine, lector, que sueña.

Imagine, lector, que sueña.
Sus ojos se pierden en los de ella.
Imagine que sonríe como correspondiendo.
Imagine, lector, que sueña.
Muerde sus labios queriendo morder los de ella. Imagine, lector, que se acerca sin tiempo a su rostro; imagine que de pronto todo se apaga.

Imagine, lector, que sueña.
Que sólo están ustedes dos, usted y ella, y la neblina, no olvide la neblina.
Imagine, lector, que un viento gélido lo enmudece, lo alienta.
Imagine, lector, que sueña, que todo cuanto sabe, cuanto ha vivido, se reduce a ese instante; imagine que se acerca cálidamente, quedamente, mientras dibuja en sus mejillas caminos sólo para usted.
Sus labios también huelen a flores, a flores y a perfumes.

Imagine, lector, que despierta…

4 comentarios:

  1. wow, sin palabras :D esta demasiado hermoso escritorpintor favorito :B

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  2. muy completo, muy bonito, muy profundo :)

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  3. Sencillamente impresionante...os felicito.
    Abel.

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